Una imagen vale más que mil palabras. Una de las primeras cosas que ves cuando conoces a alguien es su boca. Una imagen de una boca sana y una sonrisa blanca produce mejor impresión que una que no lo sea.
¿Cómo podemos conseguirlo? ¿Qué hay que hacer? ¿Qué riesgos o que precauciones hay que tener?
El blanqueamiento es un tratamiento odontológico que debe ser controlado por un dentista.
Antes de su aplicación, la boca, dientes y encías deben ser saludables, es decir previamente hay que realizar una limpieza (eliminar el sarro) y valorar empastes antiguos y/o caries y tratarlos en su caso.
Con el blanqueamiento se consigue un aclaramiento del color del diente además de eliminar manchas superficiales.
El odontólogo será el que seleccione la técnica a utilizar: en clínica, en casa o combinado.
El tratamiento en clínica consiste en la aplicación de un gel de peróxido de hidrógeno al 37,5% con la activación de una lámpara de luz ultravioleta.
El tratamiento en casa se lleva a cabo con unas cubetas confeccionadas a medida donde se deposita un gel de peróxido de hidrógeno al 16 %.
El blanqueamiento no es un tratamiento doloroso, a veces puede causar sensibilidad, sobre todo a un helado o bebida muy fría, que se controlará con pasta y colutorios desensibilizantes o en ocasiones hay que modificar la pauta del tratamiento.
Durante el tratamiento es recomendable controlar el consumo de tabaco, vino tinto, café y alimentos con mucho colorante.
El blanqueamiento es un tratamiento reversible, por lo que con el tiempo el diente se irá oscureciendo, teniendo así que volver a repetir la aplicación del gel.
Un mito que hay que desterrar es el uso de pastas de dientes blanqueadoras, éstas no blanquean por sí solas, pero sí ayudan a mantener el color conseguido con el tratamiento de blanqueamiento.